domingo, 30 de julio de 2006

El punk que nunca fue

Mis experiencias con eso del punk (y no me refiero a Green Day) fueron bastante traumáticas en sus comienzos. Hace seis años me compré el clásico (un poco sobrevalorado, por supuesto, pero clásico al fin y al cabo) álbum doble London Calling, de The Clash. No me gustó nada. Luego, poco a poco, y gracias a Television y sus canciones tan largas que casi podían pasar por rock progresivo (¡con solos de guitarra y todo!), empecé a encontrarle el puntillo a este tipo de música radical y comprometida.

Más tarde llegarían los Ramones, Wire, y Hüsker Dü (New Day Raising tampoco me convenció, pero Zen Arcade ha sido uno de mis discos favoritos desde que me lo prestaron, junto al Larks' Tongues In Aspic de King Crimson).

Esto me lleva a uno de los últimos exponentes del género que he escuchado. Se titula, parafraseando al músico de jazz Ornette Colemann, The Shape Of Punk To Come (1998). Es el tercer álbum de la banda sueca Refused, e intenta justamente eso, añadir algo nuevo a un panorama muy trillado.

Oh yeah!La renovación propuesta por estos chicos tiene su más claro precedente en la banda de Washington de principios de los noventa Nation Of Ulysses, y pasa por incluir interludios de jazz, música electrónica y clásica. La cosa tiene su gracia (al final de la primera canción, un DJ italiano introduce emocionado un remix tecno del tema "Refused Party Program"), pero el núcleo de este álbum es pura furia, a poca distancia de grupos actuales de hardcore extremo como Dillinger Escape Plan o los Blood Brothers. El cantante utiliza el mismo tono incendiario, que más que un grito, es un gruñido amplificado y casi ininteligible que sale de lo más profundo de la garganta.

Una explosión quimérica en doce estallidos¿Veredicto? La aparente fusión revolucionaria que proponen Refused no es tal, sino mera yuxtaposición. Es decir, los elementos ajenos al punk monocromo y ensordecedor que constituye la esencia del grupo sirven poco menos que de adorno. De todas formas, le quitan algo de hierro al asunto, y la ambición y amplitud de miras presentes en esta grabación me parecen merecedoras de aplauso. Buen trabajo.

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Y esta vez, no preguntes de qué depende

Lisa Germano: In The Maybe World
Young God Records / Canción de autor
Sin novedad en el frente. Lo nuevo de Lisa Germano continúa en la senda de su anterior trabajo, Lullaby For Liquid Pig (2003): sin apenas violín ni instrumentos de percusión, el sonido se disuelve en una maraña de teclados y armonías vocales vaporosas, como una cajita de música que comienza a quedarse sin cuerda. Lisa todavía es capaz de ofrecer valiosos fragmentos melódicos (por ejemplo, en "The Day" y "Golden Cities"), pero lo que antes constituía el mayor atractivo de sus canciones, ese constante juego de hallar combinaciones tímbricas más sorprendentes aún, ha dado paso a una elegancia lánguida y un pelín monótona.

En contrapartida, estos son los dos discos más breves de su carrera, con poco más de media hora de duración cada uno. Un detalle de agradecer, desde luego, porque este es un tipo de música que empalaga pronto. Lo cual no quiere decir que Germano haya perdido su talento de la noche a la mañana.

El tiempo ha acentuado si cabe su fascinación por las sonoridades siniestras: en "In The Land Of Fairies", Lisa revisita por enésima vez sus recuerdos de niñez, pero ahora el resultado es tétrico más que reconfortante. Y en el resto de los temas, la amenaza de un ataque de histeria que nunca llega bulle bajo una superficie que transpira sopor en abundancia. El piano cruje con cada melodía triste y anémica, y no queda espacio para ninguna distracción, ni siquiera para los detalles cómicos que aderezan gran parte de su discografía, incluso en su obra más sombría hasta la fecha, Geek The Girl (1994).

¡Pobre conejito!In The Maybe World sorprende poco, y ni siquiera es el mejor disco que Lisa podía haber concebido en este punto de su trayectoria. Pero le augura un atardecer creativo sosegado y digno, y es un álbum que conserva cierta coherencia en sus planteamientos: sería difícil imaginar una representación musical más adecuada para el mundo interior, onírico y depresivo, desde el que retransmite Germano sus letanías. Lástima que en favor de esta creciente identificación anímica Lisa haya tenido que sacrificar la vitalidad, cuando no la magia, que solía caracterizarla.

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sábado, 29 de julio de 2006

La triste Lisa

Poco a poco, mis sentidos se desentumecen. Abro los ojos, y compruebo que ya no estoy en Madrid, sino en Las Palmas de Gran Canaria. Y tengo tan poco tiempo como siempre, pero pienso que ya está bien de holgazanear. Es hora de airear mis queridos fetos vacunos...

Escribir una entrada sobre Lisa Germano no sería una mala manera de volver a la acción, supongo. Más que nada porque acaba de sacar su último álbum, In The Maybe World. Y porque es quizá mi cantautora favorita después de Joni Mitchell, claro.

Against the wall...Lisa ha sido una artista tardía, aunque he oído que hacía música ya de niña. Debutó en solitario con más de treinta años a comienzos de los noventa, después de haber trabajado en la banda del imitador de Bruce Springsteen por excelencia (sólo que aún peor), John Mellencamp. Menos mal que ella nunca volvió por tales derroteros. No, el estilo de Lisa Germano se caracteriza ante todo por la claridad melódica de sus canciones y los inusuales arreglos, foco de la mayor parte de la tensión. Dicho de otra manera, le gusta sabotear sus melodías, a menudo tan sencillas como bellas, envolviéndolas en extrañas combinaciones de instrumentos. Ella toca el violín, la guitarra y el piano, pero en sus discos, a menudo fruto de colaboraciones con unos pocos intérpretes escogidos, también pueden escucharse cajas de ritmos, oboes, maullidos de gato, llamadas telefónicas, casi cualquier cosa.

Con todo, y a pesar de que su música tiene muy poco que ver con el pop convencional, no resulta ni mucho menos inaccesible por vocación. Lisa tiene un sentido del humor algo retorcido, aunque con su forma de cantar a veces no se note demasiado. Y es que poco importa el estado de ánimo que quiera transmitir, deprimido o eufórico, Germano rara vez supera la intensidad de un susurro.

Entre iguales¿Qué lugar ocupa entonces esta muchacha perpetua de Indiana en el panteón de las cantautoras de los noventa? Digamos que tiene algo de la audacia compositiva de la mejor Tori Amos, aunque empleada con mayor sutileza, del gusto por las atmósferas etéreas de Sarah McLachlan y del infantilismo bien entendido de Björk, si bien como cantantes ambas no podrían diferir más. Y por encima de cualquier comparación, Lisa Germano lleva quince años haciendo música a su manera, sin apenas ruido. No siempre ha podido vivir de ello (su trabajo en una librería le ha ayudado a pagar algunas facturas), pero a mí personalmente me ha hecho un poco más feliz.

Por cierto, lo de John Mellencamp y el Boss era broma. No tengo nada en contra de ninguno de los dos, aunque no me interesan en lo más mínimo.

Estoy escuchando:
Joe Cocker - "With A Little Help From My Friends"