sábado, 26 de noviembre de 2005

Hay mucha belleza en el mundo

Bueno, pues, ¿valió la pena? La verdad es que sí. Les cuento. Llegué al Divino Aqualung algo después de las 18:45, y según entraba escuché los acordes de "Here I Dreamt I Was An Architect". Los Decemberists ya estaban manos en la masa. Me dio un poco de rabia, pero no pude llegar antes, y no conocía el sitio. Luego me enteré de que aquélla había sido la primera canción. En todo caso, parece que no fui el único: hubo quien se los perdió del todo, y habían venido por ellos. No estamos acostumbrados a la puntualidad en este país, y menos en lo referente a espectáculos, así que no es de extrañar que tal rigidez nos pillara desprevenidos a muchos.

De todas formas, vi la mayor parte de su actuación. Estuvieron muy simpáticos, sobre todo la violinista y su instrumento parlante. Eché de menos la tremenda "The Infanta" y algún tema más, pero se ve que aún disfrutan sobre el escenario, y rebosan buenas vibraciones.

Por cierto que cuando dije que The Dirty Three aportarían el elemento impredecible, no tenía ni idea de lo que estaba por llegar. Mientras los roadies hacían su trabajo después de que se retiraran los Decemberists, apareció un tipo ataviado de desquiciado profesor de matemáticas de instituto (vaqueros, jersey viejo, camisa de cuadros), cogió un violín, lo conectó, y empezó a tocarlo como una guitarra haciendo un ruido terrible. Aluciné. Resulta que Warren Ellis (a la izquierda en la foto de abajo, ahora lleva barba) es todo un showman: desde ese momento no dejó de gesticular, contornearse, gritar, dar saltos y patadas al aire y, en fin, de comportarse como si estuviese en un concierto de Van Halen, y los fotógrafos encantados, claro. Llegó a mosquearme un poco. Menos mal que también demostró ser un virtuoso capaz de hacer con su violín lo que le diera la gana. Y no es que sus compañeros desempeñaran el papel de mera comparsa, ni mucho menos. Simplemente, era difícil quitarle a Ellis la vista de encima, y el aumento del nivel de decibelios en las interpretaciones también le favoreció.

Por último, lo de Mercury Rev fue puro espectáculo, con imágenes de fondo y calculado al milímetro, pero no menos fantástico por ello. Me llevé una impresión semejante a la de un concierto de los Flaming Lips al que asistí hace tres años, también del festival de Wintercase, pero en la sala Arena. Sólo faltó el confeti: Jonathan Donahue apenas toca ya la guitarra (ahora prefiere imitar el aleteo de un cisne o blandir una sierra) y se han pulido todas las aristas sonoras del grupo. No digo que Rev sean un calco de los Lips, pero la evolución paralela que han seguido ambos me resulta, cuanto menos, curiosa. Ninguno toca apenas temas de sus primeros álbumes, porque ellos tampoco son los mismos y han atravesado drásticos cambios de personal. Empezando por "Secret For A Song" y terminando con un generoso bis, Mercury Rev pusieron la guinda a un pastel suculento sin matices. Yo, al menos, quedé satisfecho. Y prometo no volver a hablar de conciertos ni mencionar a estas bandas en un buen tiempo.

Estoy escuchando:
Paco de Lucía - "Gloria Al Niño Ricardo"

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