lunes, 26 de diciembre de 2005

DJs, MCs, R2-D2

En esencia, un grupo de hip-hop está compuesto por un MC o maestro de ceremonias que "rapea" o recita con una particular cadencia, y un DJ o disc-jockey que aporta el fondo musical.

Rapear resulta relativamente sencillo, pero cabe establecer matices. Los entendidos saben apreciar si un MC tiene una buena fluidez o flow, así como su soltura con las rimas o habilidad para sortear los numerosos clichés del género. El tema favorito de los raperos suele ser la exaltación de su propia valía y de la legitimidad del hip-hop como forma de expresión, aunque hoy día el abanico se haya extendido hasta límites insospechados.

En las manos del DJ queda la responsabilidad de aliviar entonces la monotonía en la que puede caer el recitado del rapero. Para ello recurre a todo tipo de técnicas (cajas de ritmos, scratching), si bien los samples o muestras de otros discos son su principal arma. Los mejores DJs extraen de su contexto original pequeñas frases musicales y construyen con ellas un esqueleto de ritmos repetitivos que rellenan con solos de guitarra, orquestas, extractos de discursos, o cualquier sonido que se pueda imaginar. Figuras del funk tales como James Brown y Parliament son probablemente los más sampleados.

Estos son, pues, los tan poco convencionales parámetros en los que se mueven los músicos de hip-hop. Luego los resultados dependerán de cada cual.

Estoy escuchando:
Run DMC – "Hard Times"

martes, 20 de diciembre de 2005

El hip-hop y yo

O bien, "aventuras y desventuras de un blanquito de clase media con un moderado interés por el rap". Puede que les haya pasado lo mismo que a mí. Durante mucho tiempo eso del hip-hop me pareció una especie de broma. ¿Qué tendrán que ver con la música de verdad unos caraduras del Bronx que cuentan historias violentas con ritmos robados de fondo?

Muchas veces, ésa es la impresión que se transmite desde los medios, en parte porque la mayoría de artistas de hip-hop que triunfan, al menos en España, lo hacen apoyándose en el estereotipo del gángster machista u ofrecen un híbrido de r'n'b acaramelado. No parece, a simple vista, que sean gente con algo sustancial que decir.

Yo comencé a cambiar de opinión cuando compré rebajado el It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back de Public Enemy, que había leído a varios críticos describir como el mejor disco de hip-hop de la historia. No me entró mucho al principio, pero tuve que admitir que realmente había lugar para la creatividad en el género. Desde entonces, he escuchado lo suficiente como para darme cuenta de que el hip-hop, sin ser la panacea, ocupa uno de los primeros puestos en la lista de estilos más incomprendidos por el gran público. Y es una lástima. Dedicaré las próximas entradas al tema, pero de momento pueden leerse el interesante artículo (en inglés) de David Bertrand Wilson, Twenty-Some Years Of Hip-Hop, And All I Got Were These Two Masterpieces.

Estoy escuchando:
Klaus Schulze - "Ludwig II Von Bayern"

domingo, 18 de diciembre de 2005

Ganas de acumular cosas

Vengo del madrileño Salón Wedding's (C/Cardenal Belluga, 12), cerca de la plaza de toros de Las Ventas, en el que se celebra hoy una feria internacional de coleccionismo discográfico y cinematográfico. Un poco exagerada la denominación, pero para incurables melómanos como yo está bien. En realidad, no me considero un coleccionista: la poca parafernalia musical que conservo es de mis tiempos de fan de los Beatles (por cierto que un stand dedicado a los de Liverpool tenía a la venta, ¡un disco con todas sus ruedas de prensa de 1964 a 1966!). Y la única utilidad que le veo a los vinilos es que sus carpetas son mucho más vistosas que los libretos de los compactos.

Por eso tampoco tenía demasiado donde elegir. Pero por lo menos me he llevado una auténtica rareza, un álbum de los japoneses Flower Travellin' Band. Se llama Satori y suena bastante a Black Sabbath, aunque con un Ozzy algo más desenvuelto, abundancia de pasajes instrumentales y un indefinible toque oriental.

La revolución (japonesa) de las floresNo hay apenas en internet información sobre este grupo, pero por lo que podido averiguar fueron lo suficientemente populares a comienzos de los setenta como para fichar por la Warner. Del rock nipón, sólo conozco a Ghost y un poco a los Boredoms, aunque me gustaría ampliar mis conocimientos sobre el género, reputado por su fascinante extremismo. ¡Ojalá este tipo de grabaciones fueran algo más fáciles de localizar!

Estoy escuchando:
Smog - "Bathysphere"

viernes, 16 de diciembre de 2005

Ecos subterráneos de Jamaica

Ayer por la mañana pasaba bastante zumbado por una estación de metro y había un chaval tocando con una guitarra eléctrica el tema de Bob Marley "No More Trouble". Me alegró bastante, la verdad, y quisiera homenajear desde aquí a la gente que se gana la vida de esta forma, ya interpreten un concierto de Vivaldi o una ranchera, y sobre todo a los que no se valen de acompañamientos pregrabados. Porque se olvida uno durante un rato de que va rodeado de extraños y encerrado en un vagón a varios metros bajo tierra. Gracias.

Estoy escuchando:
Calexico - "Minas De Cobre (For Better Metal)"

sábado, 10 de diciembre de 2005

Diálogos con la trucha enmascarada

¿Mande?Trout Mask Replica (Captain Beefheart & The Magic Band, 1969) es un disco, cuanto menos, pintoresco. Yo lo escucho de pascuas a ramos y, desde luego, no por placer. Cualquiera que disfrute con esa mezcla caótica de blues primigenio, free jazz y rock, una de dos, o ha trepado a un escalón superior de la percepción, o está algo tocado del ala. Sin embargo, tiene su utilidad: para mí es una especie de purgante. Ya se sabe, a veces lo abrasivo es lo que mejor corroe la mugre.

Pero hay más. Al contrario que tantísimas obras vanguardistas de los últimos cien años, Trout Mask Replica rebosa humanidad. El disco no suena así porque sí. Refleja la pérdida de los vínculos del hombre con la naturaleza que le rodea. Me explico. ¿No es el blues la música rural por excelencia en los Estados Unidos? Ni siquiera el country tiene una textura tan terrosa. Pasemos, pues, por la batidora el blues, y añadamos todo tipo de elementos sonoros propios a la esquizofrenia de la gran urbe (guitarras eléctricas, invertebrados solos de saxo), y a ver qué pasa.

Ni que decir tiene que el buen capitán (nombre de nacimiento: Don Van Vliet) llevó a cabo esta operación deformante de forma totalmente intuitiva. Sólo así pudo evitar caer en la pedantería más absoluta. Lo que se le escapa a mucha gente es que lo interesante de Trout Mask Replica no son las circunstancias casi míticas de su gestación (que si Beefheart compuso todas las canciones en una única sesión al piano de ocho horas, que si tardó meses en enseñárselas a la Magic Band, que si se negaba a llevar auriculares al grabar sus partes). Eso son simples anécdotas, aunque suelan ser esgrimidas por los defensores del álbum para probar que no, no son cinco tíos que se juntan y tocan lo primero que les sale. De acuerdo. No tengo la menor duda de que Trout Mask Replica puede clasificarse como música, incluso según los criterios más estrictos. Otra cuestión es que no suene bien, pero, ¿por qué habría de hacerlo?

El interés, para mí, tampoco radica en descubrir tras el shock inicial una música regida por su propia lógica, al margen de convenciones, sino en que esa música está al servicio de un alegato conmovedor, divertido e irritante a partes iguales, que habla de abandonar este mundo de ceños fruncidos en el que nos hemos encerrado, dejar de matarnos unos a otros, y volver a la vida salvaje, a las tradiciones ancestrales, a ser felices. Cuando lo digo yo suena cursi, pero no cuando lo hace el capitán: en parte porque su voz es la de un cantante de blues que ha perdido el juicio, en parte porque emplea todo un arsenal de recursos poéticos surrealistas, que dan más fuerza al mensaje en vez de oscurecerlo. E incluso en su desesperación, Van Vliet conserva la mirada inocente de un niño, y se ríe de sí mismo dando lugar a momentos de excéntrica euforia.

De modo que eso es en mi opinión Trout Mask Replica: una obra disonante e inaccesible, pero no del todo carente de justificación. No se trata del mejor disco de rock de la historia, ni guarda secretos indescifrables, pero tampoco lo considero una ruidosa burla o un acertijo sin solución. Captain Beefheart tenía algo que contarnos, y en estos tiempos de cambio climático y revisión a la baja del protocolo de Kioto, no estaría de más prestar un poco de atención. Lo digo medio en serio.

Estoy escuchando:
Julian Cope - "Hanging Out & Hung Up On The Line"

domingo, 4 de diciembre de 2005

Dos observaciones nocturnas

Paseando por Madrid se ven cosas realmente llamativas. Por ejemplo, hay una tienda de discos cerca de la zona de Moncloa con un cartel en el escaparate que lamenta la escasa cultura musical de los españoles y reta a los viandantes a reconocer el mayor número posible de los discos expuestos. El lugar se especializa en música industrial y dark ambient, muy tétrico todo. Recuerdo que estaban Kraftwerk y Death In June, y alguno más. Lo cierto es que la mayoría de los nombres me resultaban desconocidos, así que deduzco que soy bastante analfabeto en tales lides...

Por otra parte, me queda el consuelo de que en este país todavía se escucha a Manolo Escobar. Esta noche lo comprobé: un coche iba por la calle con aquello de "¿Dónde Estará Mi Carro?" a todo volumen. Sin complejos. Me quito el sombrero.

Estoy escuchando:
Gryphon - "Second Spasm"

viernes, 2 de diciembre de 2005

La hora de los jóvenes amantes

La novedad discográfica que tengo más ganas de tener entre mis manos es, sin duda, Hello Young Lovers, del veterano dúo Sparks.

El sprint hacia la gloriaLos hermanos californianos Ron y Russell Mael (siempre los confundo) han tenido una de las trayectorias más impredecibles dentro de la música popular. Su imagen, entre frívola e intelectual, atrae tanto como repele, pero desde sus comienzos como grupo pop de vanguardia en los primeros setenta, pasando por su traslado a Inglaterra, donde obtuvieron sus mayores éxitos, hasta sus colaboraciones con el gurú de la música disco Giorgio Moroder, Sparks estuvieron durante más de una década en la cresta de la ola, tocando géneros como el art-rock, el glam y la música de baile. Este carácter inquieto les ha valido la admiración de los Ramones, Morrisey y Faith No More, entre muchos otros.

Luego llegaron los ochenta, y cayeron presa de la monotonía y el empobrecedor sonido de los sintetizadores. No fueron los únicos, pero eso no sirve de excusa. Algunos de sus discos de esa época mantenían un cierto nivel de decencia, pero en general parecía que Sparks nunca recobrarían su ímpetu innovador. Sin embargo, se aproximaban tiempos mejores. Durante la mayor parte de los noventa la franquicia Mael guardó silencio. Editaron Plagiarism (1997), un disco en el que repasaban algunos de sus temas emblemáticos, mientras que lanzamientos como Gratuitious Sax And Senseless Violins (1994) y Balls (2000) mostraban esperanzadores signos de haber asimilado las modernas técnicas de la música electrónica.

Todo esto entra dentro de lo medianamente esperable. Son bastantes los grupos que tras una travesía por el desierto de décadas han recuperado recientemente la forma, o al menos la dignidad, en un retorno a sus orígenes matizado con ciertos aires modernos. Sparks, en cambio, se han reinventado radicalmente y con Lil' Beethoven entregaron hace tres años no el mejor disco desde, que es la expresión habitual en estos casos, sino la culminación de toda su carrera, sin medias tintas. Ni siquiera voy a intentar describirlo. Denle una oportunidad, si es que quieren escuchar lo mejor que, para mí, ha dado el pop de sí en lo que llevamos de siglo XXI: un puñado de canciones original, memorable y con sentido del humor. De modo que comprenderán mi interés por Hello Young Lovers, su primer trabajo desde entonces. Será en febrero; para empezar, uno de los temas se llama "(Baby, Baby) Can I Invade Your Country", así que la cosa promete.

Estoy escuchando:
Sugar - "Hoover Dam"

Las portadas exigen su independencia

El diseñador no tiene la culpa del contenido

Ya me ha pasado un par de veces. Veo a alguien con una chapa o un fondo de escritorio con la portada de un disco y les pregunto. ¿Has escuchado The Velvet Underground & Nico? O bien, ¿de veras te gustan Emerson, Lake And Palmer? Y no, lo que pasa es que les ha gustado la imagen en sí, y conocían a su autor (Andy Warhol, H. R. Giger), no al grupo. Bastante curioso.

Estoy escuchando:
Ween - "Don't Shit Where You Eat"