
Luego llegaron los ochenta, y cayeron presa de la monotonía y el empobrecedor sonido de los sintetizadores. No fueron los únicos, pero eso no sirve de excusa. Algunos de sus discos de esa época mantenían un cierto nivel de decencia, pero en general parecía que Sparks nunca recobrarían su ímpetu innovador. Sin embargo, se aproximaban tiempos mejores. Durante la mayor parte de los noventa la franquicia Mael guardó silencio. Editaron Plagiarism (1997), un disco en el que repasaban algunos de sus temas emblemáticos, mientras que lanzamientos como Gratuitious Sax And Senseless Violins (1994) y Balls (2000) mostraban esperanzadores signos de haber asimilado las modernas técnicas de la música electrónica.
Todo esto entra dentro de lo medianamente esperable. Son bastantes los grupos que tras una travesía por el desierto de décadas han recuperado recientemente la forma, o al menos la dignidad, en un retorno a sus orígenes matizado con ciertos aires modernos. Sparks, en cambio, se han reinventado radicalmente y con Lil' Beethoven entregaron hace tres años no el mejor disco desde, que es la expresión habitual en estos casos, sino la culminación de toda su carrera, sin medias tintas. Ni siquiera voy a intentar describirlo. Denle una oportunidad, si es que quieren escuchar lo mejor que, para mí, ha dado el pop de sí en lo que llevamos de siglo XXI: un puñado de canciones original, memorable y con sentido del humor. De modo que comprenderán mi interés por Hello Young Lovers, su primer trabajo desde entonces. Será en febrero; para empezar, uno de los temas se llama "(Baby, Baby) Can I Invade Your Country", así que la cosa promete.
Estoy escuchando:
Sugar - "Hoover Dam"
Sugar - "Hoover Dam"
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